Trauma y postura: pistas para descubrir bloqueos antiguos en el cuerpo del paciente
El cuerpo recuerda. Aunque las palabras olviden o el tiempo avance, muchas experiencias quedan registradas en la postura, en la forma de respirar, en cómo nos movemos o nos protegemos. En el contexto de la fisioterapia integrativa, comprender cómo los traumas antiguos influyen en la organización corporal es clave para abordar casos complejos y desbloquear patrones que llevan a la cronicidad.
El cuerpo como mapa de la historia personal
Cada persona ha construido su postura a lo largo de la vida en función de sus hábitos, trabajos, movimientos y también de sus experiencias emocionales. Cuando hablamos de trauma no nos referimos solo a hechos extremos, sino también a situaciones de estrés sostenido, inseguridad en la infancia, cirugías, caídas, duelos o entornos poco regulados emocionalmente.
Estas vivencias pueden generar una reacción de defensa en el cuerpo: hombros encojidos, pecho cerrado, respiración bloqueada, pelvis retraída. Con el tiempo, estos ajustes temporales se convierten en patrones posturales fijos, sostenidos por el sistema nervioso como una forma de protegerse.
El rol del sistema nervioso autónomo en la organización postural
El sistema nervioso autónomo no solo regula funciones internas, sino que también influye en el tono muscular de base, en la distribución de tensión y en la disponibilidad para el movimiento. Un paciente en estado de alerta crónico tiende a mostrar una postura contraída, rígida o defensiva.
Esto se expresa en aspectos como:
- Dificultad para soltar peso sobre la camilla
- Resistencia al movimiento pasivo
- Músculos hiperactivos o inhibidos sin lesión aparente
- Asimetrías persistentes que no responden a la corrección estructural
Estas pistas pueden indicar que el cuerpo no necesita una corrección, sino un acompañamiento hacia la regulación.
Trauma y patrones posturales comunes
Algunos patrones se repiten en pacientes con historia de trauma o estrés crónico:
- Cabeza adelantada y cuello en extensión como forma de vigilancia
- Cierre del esternón y hundimiento del pecho como protección emocional
- Contracción abdominal permanente y retracción de la pelvis
- Bloqueo del diafragma, con respiración costal y rápida
Estos patrones no solo generan disfunciones musculoesqueléticas, sino también fatiga, insomnio, ansiedad y una sensación generalizada de malestar corporal.
El valor de observar antes de intervenir
Una postura es una historia. Por eso, antes de intervenir físicamente, es importante observar con sensibilidad: ¿Dónde guarda el paciente la tensión? ¿Cuál es su gesto corporal predominante? ¿Qué zonas están desconectadas, frías o insensibles? ¿Cómo cambia su postura cuando respira?
Estas observaciones permiten ajustar la intervención y evitar el error de corregir una adaptación que el cuerpo mantiene por necesidad. Acompañar no siempre es cambiar, sino permitir que el cuerpo se reorganice cuando se siente listo.
Intervenir desde la regulación, no desde la corrección
Cuando la postura está influida por un trauma antiguo, las técnicas correctivas pueden resultar ineficaces o incluso contraproducentes. El sistema puede interpretarlas como una amenaza y reforzar la contracción. En cambio, el enfoque desde la regulación permite crear condiciones de seguridad donde el cuerpo pueda soltar por sí mismo.
Esto se logra mediante:
- Tacto suave y progresivo en zonas clave (diafragma, esternón, abdomen)
- Respiración acompañada para desbloquear el diafragma
- Visualizaciones que conecten con la sensación de peso, espacio y seguridad
- Movimiento lento y consciente, sin exigencia ni corrección
Estas herramientas ayudan a restablecer la conexión cuerpo-mente y a disolver patrones posturales desde adentro.
Ejemplo clínico
Una paciente con escoliosis funcional, rigidez dorsal y fatiga crónica había recibido diversos tratamientos estructurales sin mejoría. En consulta se observó una postura colapsada, con el esternón cerrado y la pelvis retraída. Su respiración era rápida y superficial.
En lugar de abordar desde la corrección postural, se trabajó con respiración guiada, contacto en el abdomen y el diafragma, y visualizaciones de apertura. Tras varias sesiones, la paciente recuperó la sensación de eje, su postura comenzó a cambiar espontáneamente y su energía general mejoró.
Conclusión
El trauma deja huellas en la postura. Detectarlas y abordarlas desde una mirada integradora permite intervenir con más eficacia y respeto. Si quieres aprender a leer estos patrones y a acompañar procesos de reorganización corporal profunda, te recomendamos el Curso de Neurobiología Cuerpo-Mente de Reintegra, donde se explora el vínculo entre trauma, sistema nervioso y movimiento desde una perspectiva clínica, humana y transformadora.

